La brecha social se sigue acrecentando |
El último informe de Oxfam Intermón es, como siempre, demoledor. Aunque no apunta nada que no sepamos, sí debería ser capaz de lograr la reacción de los dirigentes mundiales y sacarnos los colores. Viene a decir que, el 90% de la inflación tiene su origen en el incremento de beneficio empresarial y que 2/3 de la riqueza producida en el mundo desde 2020 ha ido a manos del 1% más rico.
Constatar el fracaso como sociedad resulta desolador. La Declaración Universal de Derechos Humanos marca como meta un nivel de vida digno con salud y bienestar para todos y, para que el hombre no crea tener derecho al enriquecimiento infinito, establece el límite en conseguir el confort de toda la humanidad. Entonces, ¿cómo es posible que 828 millones de seres humanos sufran desnutrición crónica y que cada día más de 19.000 niños mueran de hambre y males evitables?
En el siglo XXI, mientras no exista el pleno bienestar, tal y como apremia la citada Declaración, la meta de la ONU debe ser la consumación de tan decente objetivo acotando la riqueza desmedida.
Hay que gobernar para la mayoría –no para ricos y poderosos–, confeccionar un sistema fiscal más progresivo y eficaz en la recaudación, proceder a su reparto proporcionado, legislar para lograr trabajos con salarios dignos e incrementar el gasto social. La sociedad opulenta debe devolver, vía impuestos, parte de lo muchísimo que obtiene del resto del planeta, o los más desfavorecidos se tomarán por su mano aquello que cada día se les niega: la Justicia.