Una familia de refugiados en un campo combaten como pueden el frío. Al fondo, la covid-19 acecha (Montaje con foto cortesía de fotomovimiento.org) |
Suponga que huyó de una guerra con su familia y solo lo puesto. En su particular éxodo superó vicisitudes y tragedias inimaginables. Ahora se encuentra férreamente confinado en un campo de acogida –un gueto, en realidad– abarrotado de familias como la suya y hacinado sin poder mantener el distanciamiento social. A la escasez de alimentos, medicinas, agua y ropa, se suma la falta de esperanza. El polvo, el barro, el frío, el calor y la suciedad son el pan de cada día. Lavarse las manos para no contagiar ni ser contagiado, es una quimera. Denuncian las oenegés que en Moria (Grecia) existe un grifo por cada 1.300 personas y el jabón es un lujo inasequible. Cada uno puede usar el grifo durante 66 segundos al día para beber, prepararse la comida y asearse.
Estos seres humanos, ya eran vulnerables antes de la covid-19, pero ahora viven un infierno difícil de entender desde las comodidades de nuestro hogar. Son vulnerables al cuadrado y el abismo de una Europa indiferente se abre ante ellos.
Estos seres humanos, ya eran vulnerables antes de la covid-19, pero ahora viven un infierno difícil de entender desde las comodidades de nuestro hogar. Son vulnerables al cuadrado y el abismo de una Europa indiferente se abre ante ellos.
20 de junio Día Mundial del Refugiado