Madrid, 29 de agosto de 2000.
Érase una vez un preso que cumplía condena muy cerca de su hogar. Sus familiares y amigos le visitaban a diario, y tras esas visitas se cuestionaba si no estaría errado en sus planteamientos puesto que sus allegados, manteniendo casi idéntica ideología, gozaban de plena libertad en tanto él permanecía detrás de los barrotes.
Érase otro preso que penaba su castigo muy lejos de su casa. A éste, por contra, sus familiares y amigos le visitaban rara vez por lo gravoso del viaje. En las escasas ocasiones que el reencuentro tenía lugar, al llegar la hora de la partida maldecía a las autoridades que lo mantenían separado de los suyos, y esta situación, por incongruente, alimentaba la llama de su odio interior.
Moraleja: una de las medidas más integradoras que se puede ofrecer a la población reclusa es que la cárcel se encuentre próxima a sus seres queridos.
Érase una vez un preso que cumplía condena muy cerca de su hogar. Sus familiares y amigos le visitaban a diario, y tras esas visitas se cuestionaba si no estaría errado en sus planteamientos puesto que sus allegados, manteniendo casi idéntica ideología, gozaban de plena libertad en tanto él permanecía detrás de los barrotes.
Érase otro preso que penaba su castigo muy lejos de su casa. A éste, por contra, sus familiares y amigos le visitaban rara vez por lo gravoso del viaje. En las escasas ocasiones que el reencuentro tenía lugar, al llegar la hora de la partida maldecía a las autoridades que lo mantenían separado de los suyos, y esta situación, por incongruente, alimentaba la llama de su odio interior.
Moraleja: una de las medidas más integradoras que se puede ofrecer a la población reclusa es que la cárcel se encuentre próxima a sus seres queridos.