domingo, 19 de octubre de 2025

Cree el ladrón que…

Miguel Ángel Rodríguez, un sinvergüenza y vividor en la corte de Ayuso
Miguel Ángel Rodríguez, un sinvergüenza y vividor en la corte de Ayuso

 Miguel Ángel Rodríguez, jefe del Gabinete de la Presidenta de la Comunidad de Madrid, mano derecha de Ayuso, ha tenido que reconocer ante un juez que mintió deliberadamente al acusar al fiscal general del Estado de recibir «órdenes de arriba» para atacar a su jefa retirando el pacto alcanzado entre el novio de Ayuso e inspección de Hacienda. Esta defensa es grotesca; y, sin rubor, la argumentó así: «llevo muchos años en este ámbito y puedo intuir, colegir, adivinar qué está pasando en el mundo político, sobre todo con un órgano tan respetable como el ministerio fiscal, que está jerarquizado y colegiado».
Será, claro, por el profundo conocimiento que tiene de los ámbitos políticos que ha frecuentado toda su vida: esos en los que el cinismo y el trapicheo mafioso son norma, y donde la mentira no solo es tolerada, sino elevada a virtud estratégica. Desde el 11-M hasta la DANA, pasando por el cribado de mamografías, la derecha que representa ha hecho de la manipulación una herramienta política esencial para mantener o lograr el poder. Lo de Rodríguez no es intuición, es mentir. Y su declaración ante el juez no es más que la confesión sin pudor de una forma de hacer política basada en la impunidad, el abuso de poder y el más profundo desprecio a los ciudadanos.
Aunque, bien mirado, quizá no tenga tanta culpa. Tal vez simplemente ignora que existen otros mundos —lejanos del suyo— donde rigen la ética, el rigor y la responsabilidad pública.
Porque, como bien dice el refrán: cree el ladrón que todos son de su condición.

jueves, 16 de octubre de 2025

Señor Peinado: ¿también me demandará?

Una gran parte de la judicatura continúa anclada en el franquismo
Una gran parte de la judicatura continúa anclada en el franquismo

 Parece que para el juez Peinado la crítica es un delito. En lugar de garantizar derechos, abre querellas a periodistas, políticos y ciudadanos que se atreven a cuestionar su más que polémicas instrucciones. ¿No es grave que la Audiencia de Madrid le haya corregido más de una decena de veces por imputaciones sin base, registros injustificados o actuaciones desproporcionadas? ¿No es grave que el Supremo haya tumbado su intento de imputar al ministro Bolaños por un informe incompleto?
Peinado no ha rendido cuentas disciplinarias más allá de correcciones procesales y sigue en su puesto, sin sanción notable. Eso demuestra que el sistema tiene fallos estructurales: decisiones judiciales escabrosas, correcciones posteriores, pero ninguna consecuencia real a quien las produce. ¿No es grave el tiempo y dinero público perdido en estas chapuzas? Si estuviera en una empresa privada, le pondrían en la calle.
Peinado ha admitido denuncias sin pruebas, con recortes de prensa derechista como único sustento para iniciar una investigación general y prospectiva –práctica ilegal en el ámbito penal–, mientras tiene “olvidos procesales” que benefician a la derecha. Y, entretanto, se querella contra quien opine. ¿Esto es justicia o activismo togado?
¿Se le puede criticar? Por supuesto. Porque, en democracia, los jueces también deben responder ante la opinión pública cuando su independencia parece mezclarse con ideología que utiliza la justicia como arma mediática; por avanzar investigaciones sin soporte; por tolerar imputaciones irregulares; por prorrogar una y otra vez instrucciones, por ignorar dictámenes de instancias superiores. Lo que algunos jurisconsultos comentan, y lo que yo digo, es menos grave que lo que su historial procesal revela. Se asemeja a un abuso sistemático de una potestad que debería ser moderada, con responsabilidad.

domingo, 12 de octubre de 2025

Garamendi alimenta los bulos

 

Los bulos del señor Garamendi son un peligro para la paz social
Los bulos del señor Garamendi son un peligro para la paz social

En una entrevista en el programa “Espejo Público” de Antena 3, Antonio Garamendi, presidente de la CEOE, frente a las críticas de Yolanda Díaz sobre su sueldo y jornada por censurar la reducción de jornada, no encontró mejor defensa que propagar temerarias falsedades en un bulo grosero y sin base alguna cruzando una línea inaceptable: «Los altos cargos, vicepresidentes del Gobierno, van a tener un coche hasta que se mueran, con un chófer.» Hizo una pequeña pausa y, con retorcida perversidad, lanzó una pregunta retórica: «¿Eso quién lo paga? Todos. Eso lo pagamos todos y no pasa nada». Ni la periodista al frente del programa, ni nadie del mencionado medio conservador corrigió esa mentira flagrante, lo que agrava aún más el daño.
Es intolerable que alguien con su responsabilidad social difunda bulos que sólo buscan crispar, alimentar el cinismo y debilitar la confianza ciudadana en las instituciones. No solo mintió, sino que lo hizo con plena conciencia de que sus palabras circularían veloz y sin filtro entre quienes buscan justificar su rechazo visceral al Gobierno. Garamendi sabe que solo tendrán chófer y coche hasta que cesen en el cargo. No está defendiendo al empresariado: está utilizando su relevante puesto como altavoz de propaganda para enfrentar a los españoles. Y eso lo deslegitima moralmente como interlocutor público.

miércoles, 8 de octubre de 2025

Feijóo totalmente desquiciado

 

El PP de Feijóo sigue cayendo en la trampa que le teje VOX
El PP de Feijóo sigue cayendo en la trampa que le teje VOX

Hace unos días, en un acto del Partido Popular Europeo celebrado en Barcelona, Feijóo soltó, sin rubor y dejando atónito al auditorio, que «Europa ha despertado. Ha salido de la cárcel ideológica de una izquierda que le vendía que era bueno empobrecerse y que era buena la democracia más que la prosperidad».
¿Cómo puede sostener eso? ¿Qué clase de disparate es contraponer democracia y prosperidad, como si fueran incompatibles? ¿La prosperidad de quién? ¿De los ricos? ¿Quién en su sano juicio insinúa que el bienestar económico debe prevalecer sobre los valores democráticos? Señor Feijóo: sin democracia no hay prosperidad que valga.
Hace tiempo que Feijóo cruzó una línea peligrosa. Su más que evidente deriva ultraderechista es, además de un retorno sin rodeos a la génesis del PP, una amenaza directa al marco democrático. Lejos de marcar distancias con la derecha extrema, la emula con entusiasmo, compitiendo con VOX en un terreno donde solo puede perder porque VOX siempre envidará más y en el que solo crecen el odio, el autoritarismo y la mentira.
Definitivamente ha perdido el norte, arrojando al PP a una senda sin rumbo, sin proyecto, y sin alma. En su ciega necedad por su obsesión al poder, renuncia a cualquier atisbo de responsabilidad institucional, abandona la derecha democrática y abraza un populismo rancio, peligroso y profundamente reaccionario. Feijóo ya no disimula: ansia el poder aun a costa de dinamitar los cimientos de la misma democracia.

lunes, 6 de octubre de 2025

La insensibilidad de la derecha

 

La derecha cada vez más insensible
La derecha cada vez más insensible

Una vez más, la derecha muestra su insensibilidad y su absoluta incapacidad de sentir empatía. Son incapaces de conmoverse porque no saben ponerse en el lugar del otro ni sienten el dolor ajeno. Los hechos hablan por sí solos: residencias durante la pandemia, con su cruel «se iban a morir igual»; el 11-M, mintiendo a las familias de las víctimas y a toda España; el metro de Valencia, con pruebas desaparecidas y desprecio a las víctimas; el Madrid Arena, donde intentaron justificar lo injustificable; el Yak-42, con víctimas mal identificadas y medallas a los responsables; el vilipendio a los familiares de los asesinados durante la Guerra Civil acusándolos de que «solo buscan subvenciones»; el desastre del Prestige, con sus «hilillos de plastilina» cuando el mar se cubría con el manto negro de la muerte; la DANA, con ninguneo a la víctimas y excusas absurdas y manipulación de la realidad para encubrir su negligencia; la pésima gestión de las mamografías en Andalucía tratando a las afectadas de «alarmistas»; y ahora, el genocidio palestino que niegan o ridiculizan mientras se chotean con infame cinismo. Si hubieran estado en la II Guerra Mundial, habrían esperado al juicio de Núremberg para hablar de genocidio. Incluso llegaron a poner el foco en las víctimas de violaciones con campañas como «vigilen su copa por si las drogan» y Ayuso llamando «malcriadas y borrachas» a las mujeres que aspiran a volver solas a casa de noche sin verse amenazadas.
Con esta absoluta carencia de sensibilidad, ¿alguien duda de la superioridad ética y moral de la izquierda al situarse en el lado correcto de la historia?
Y con VOX, lo mismo. Así se explica que unos y otros gocen de los toros y de la caza.

jueves, 2 de octubre de 2025

Penalizar las falsedades

 

Las maquinaciones corren como la pólvora y jamás se terminan de desmontar
Las maquinaciones corren como la pólvora y jamás se terminan de desmontar

La mentira circula con infinita rapidez, fluidez y descaro. La verdad, no. Las redes sociales, algunos medios y también las instituciones patrimonializadas por la derecha se han convertido, a menudo, en canales para difundir falsedades meticulosamente diseñadas. Y así muchas personas no logran distinguir lo verdadero de lo falso.
Detrás de estos engaños hay intereses: políticos para manipular, doblegar las urnas, sembrar confusión y odio y particulares que buscan lucrarse a cualquier precio. En todos los casos, las consecuencias no son menores. Una mentira arruina reputaciones, polariza la sociedad, erosiona la confianza pública, da un vuelco electoral y pone en riesgo incluso la salud o la seguridad de las personas; y jamás se desmonta del todo.
Ante esta realidad, cabe una pregunta incómoda pero necesaria: ¿hasta qué punto debemos tolerar la impunidad de quienes mienten meditada y deliberadamente para obtener ventaja o hacer daño? Sin duda la libertad de expresión es un pilar fundamental de nuestras democracias, sí. Pero la libertad de mentir sin consecuencias nunca debería serlo.
Es el momento de abrir un debate serio –sé que con el PP es una quimera, pues es de los que más tergiversan– sobre la necesidad de establecer límites legales a la difusión intencionada de falsedades lesivas. No se trata de censurar opiniones ni de castigar errores inocentes, sino de enfrentar con firmeza la desinformación que se propaga veloz con cálculo, con malicia y con un objetivo claro: manipular, destruir o hacer caja.
Porque si dejamos que la mentira se convierta en norma, será la verdad —y con ella la convivencia, la justicia y la democracia— la que pague el precio.
Costó demasiado conquistar la libertad democrática para dejar que la escupan a la cara conspiradores y mentirosos.