Los electores no deberían tener piedad con la normalización de la mentira o el insulto |
Cuando algunos políticos comparecen públicamente, se constata la mediocridad de su discurso lleno de patrañas provocadoras o directamente despreciables. No sé si es por ineptitud, incontinencia verbal o que con sus ocurrencias, anhelan ser portada; y aunque el sentido común dicte prudencia, cuando disertan en mítines o ante los medios, se vienen arriba y el desenfreno verbal, la falsedad, o la temeridad, se apodera de ellos para responder a todo con absoluto desparpajo a sabiendas de que mienten. Y si luego les sacan los colores, si es que rectifican, lo hacen a medias y de aquella manera. Ni un rictus de disgusto. Ni un perdón. Y, así, nos juntamos con declaraciones inconcebibles que van desde neandertales a infanticidios legales, pasando por bajadas de impuestos que generan «recaudaciones revolucionarias» u ocurrencias de hacer personas a «concebidos no nacidos». Lo peor, insultos indignos de quien pretende gobernar.
La manipulación de la realidad se ha convertido en arma de destrucción masiva de la política. El electorado no debería tener piedad con la normalización de la mentira o el insulto. Una pena.
La manipulación de la realidad se ha convertido en arma de destrucción masiva de la política. El electorado no debería tener piedad con la normalización de la mentira o el insulto. Una pena.
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