Estamos en el mundo al revés: ahora se premia la mentira y no la gestión |
Cada día lo entiendo menos. ¿Hasta dónde vamos a llegar?
Un candidato a Presidente de la nación, Feijóo, no puede mentir compulsiva y masivamente en un debate, no puede atacar las instituciones sembrando dudas en el proceso electoral español –uno de los más alabados del mundo por su transparencia e integridad– y ser premiado con votos. Todo lo contrario, debe ser castigado, porque ¿cómo se puede otorgar la confianza a un mentiroso para gobernar a un país? ¿Desde cuándo las mentiras valen más que la gestión? Es deleznable que se premie el trumpismo.
No, no quiero un fulero, conspiranoico –capaz de alterar la paz social con sus maquinaciones por interés propio, y no es la primera vez– y amigo de narcos, habitando La Moncloa.
Y resulta inconcebible que la caverna mediática lo ensalce en sus editoriales por ello. ¡Mintió! No debe ser presidente.
Y no tiene nada que ver con un cambio de opinión como el de Pedro Sánchez, que no fue más que reconocer la realidad plural de España tras una repetición electoral.