En la COP26 de Glasgow, el capitalismo tiró de la cadena |
Con mucho boato y en avión privado llegaron a Glasgow para asistir a la XXVI Conferencia Internacional sobre Cambio Climático auspiciada por la ONU. Rostros sonrientes, fotos, ruedas de prensa, reuniones… Las cifras del evento fueron apabullantes: centenares de debates y ponencias, más de 190 países y unas 25.000 personas entre delegaciones, sociedad civil y periodistas. Y todo, ¿para qué? Prácticamente nada. Al cierre solo buenas intenciones sin ninguna obligación. No tuvieron valor para enfrentarse a los grandes lobbies e invertir esta tendencia suicida restringiendo cuanto fuese menester para no comprometer la vida de las generaciones venideras. Solo pactaron más humo para sostener la alocada economía que continuará acrecentando el enriquecimiento de unos pocos y garantizar la permanencia en el poder a políticos del sistema, en su mayoría, ineptos, corruptos y cobardes a costa de no detener la depredación que poco a poco va extendiendo el manto de la muerte sobre la superficie del planeta.
Sin duda, adoptar medidas juiciosas tendría un coste económico muy elevado, pero el de la inacción es infinito. Si algún día tuvieran arrestos, los de siempre no deberían abonar la factura. La financiación de la necesaria reconversión energética y la transformación del paradigma económico, debería venir de las grandes fortunas y empresas, que sin duda son las que más han esquilmado el mundo, pagando impuestos con idénticas reglas que el resto de mortales, y no continuar con la pequeña carga impositiva testimonial que soportan en la actualidad. Además, en poco tiempo se abrirían grandes oportunidades de negocio para un desarrollo sostenible con la creación de nuevos puestos de trabajo.
¿Alguien se ha preguntado si consumimos responsablemente? ¿Si somos capaces de prescindir del coche y usar el transporte público, de instalar placas solares en cada pared y tejado, de dar más uso a la ropa y al calzado, de pasar de modas y no comprar lo que no necesitamos, de tirar comida, de viajar menos o de dejar de fumar?
Era la XXVI Cumbre. Veintiséis fracasos llenos de palabras vacías y pomposas promesas, solo eso. Tras el descalabro, ¿podremos mirar los ojos de nuestros pequeños? Porque, ¿quién no tiene hijos, sobrinos, nietos o amigos? ¿Qué les legaremos? ¿Qué dirán de nosotros el día de mañana, si es que hay un mañana para el ser humano? Aunque no sea por nosotros, hagámoslo por ellos. Ya no se trata de salvar al planeta, que sin duda continuará, sino de amparar a los más cándidos e indefensos: la infancia.
Lo dijo Guterres, presidente de la ONU, en la apertura «la naturaleza es un váter»; pero con enorme desolación compruebo que en esta insustancial Cumbre el capitalismo ha tirado de la cadena para ocultar pruebas incriminatorias.
¡Eran tantos e hicieron tan poco!
Sin duda, adoptar medidas juiciosas tendría un coste económico muy elevado, pero el de la inacción es infinito. Si algún día tuvieran arrestos, los de siempre no deberían abonar la factura. La financiación de la necesaria reconversión energética y la transformación del paradigma económico, debería venir de las grandes fortunas y empresas, que sin duda son las que más han esquilmado el mundo, pagando impuestos con idénticas reglas que el resto de mortales, y no continuar con la pequeña carga impositiva testimonial que soportan en la actualidad. Además, en poco tiempo se abrirían grandes oportunidades de negocio para un desarrollo sostenible con la creación de nuevos puestos de trabajo.
¿Alguien se ha preguntado si consumimos responsablemente? ¿Si somos capaces de prescindir del coche y usar el transporte público, de instalar placas solares en cada pared y tejado, de dar más uso a la ropa y al calzado, de pasar de modas y no comprar lo que no necesitamos, de tirar comida, de viajar menos o de dejar de fumar?
Era la XXVI Cumbre. Veintiséis fracasos llenos de palabras vacías y pomposas promesas, solo eso. Tras el descalabro, ¿podremos mirar los ojos de nuestros pequeños? Porque, ¿quién no tiene hijos, sobrinos, nietos o amigos? ¿Qué les legaremos? ¿Qué dirán de nosotros el día de mañana, si es que hay un mañana para el ser humano? Aunque no sea por nosotros, hagámoslo por ellos. Ya no se trata de salvar al planeta, que sin duda continuará, sino de amparar a los más cándidos e indefensos: la infancia.
Lo dijo Guterres, presidente de la ONU, en la apertura «la naturaleza es un váter»; pero con enorme desolación compruebo que en esta insustancial Cumbre el capitalismo ha tirado de la cadena para ocultar pruebas incriminatorias.
¡Eran tantos e hicieron tan poco!