Tras las horas bajas del Supremo en la sentencia interruptus del Impuesto de Actos Jurídicos Documentados, lo que en lenguaje hampesco hemos conocido de Ignacio Cosidó, portavoz del PP en el Senado, sobre los tejemanejes de la sala segunda del Supremo, es lo mismo que decir que los políticos nombran a los jueces del Supremo para que las sentencias sean lo más favorables posibles para los intereses de su partido –prevaricación–, es la puntilla. Así, sin más, la imparcialidad judicial queda por los suelos y la Justicia democrática vive sus horas más aciagas. Porque asegurar que ellos –PP– controlan la sala desde atrás, dinamita la separación de poderes y la imparcialidad supuesta de quienes solo deben aplicar la ley.
Y eso sin olvidar «la jugada estupenda de la sala 61 –la que ilegaliza los partidos políticos– y de la renovación de cientos de nombramientos judiciales, vitales para el PP».
¿Qué es lo que temen? ¿Lo quieren más claro?
Y eso sin olvidar «la jugada estupenda de la sala 61 –la que ilegaliza los partidos políticos– y de la renovación de cientos de nombramientos judiciales, vitales para el PP».
¿Qué es lo que temen? ¿Lo quieren más claro?