La Justicia debe ser ciega; no estúpida |
Tras la aplicación del artículo 155, la convocatoria de elecciones exprés y la huída de Puigdemont, el independentismo, descolocado y deprimido, se replegó a sus cuarteles generales a lamerse las heridas. La calle, y con ello la convivencia, se distendieron. Pero la Fiscalía –dependiente del Gobierno y últimamente alerta y prietas las filas– preparó férreas querellas que, al instruirlas la Justicia, han culminado con la encarcelación sin fianza de medio Govern y la orden internacional de búsqueda y captura del otro medio, logrando la eufórica y vigorosa resurrección del independentismo que rebrota apiñado por las esquinas a ritmo de caceroladas, manifestaciones y huelga general. ¡Enhorabuena! Han dado la razón a sus oponentes que van a contaminar unas elecciones que se celebrarán con políticos en las cárceles y donde no se debatirá –una vez más– lo que de verdad nos preocupa.
La Justicia, ahora en campaña electoral, debe ser ciega y, con altura de miras, alejarse de lo visceral.
La Justicia, ahora en campaña electoral, debe ser ciega y, con altura de miras, alejarse de lo visceral.