Maqueta mostrando la explosión (esfera roja) a 600 metros sobre Hiroshima y las pocas estructuras que resistieron en la zona cero. Autor: BriYYZ de Toronto, Canadá |
Son las ocho y cuarto de la mañana en Hiroshima. La ciudad lleva tiempo despierta y en sus calles bulle la vida. Algunos habitantes contemplan, en el cielo azul radiante, un pequeño punto plateado del que cae un objeto. Es “Little Boy”, el último grito en destrucción que el bombardero americano B-29 “Enola Gay” ha soltado sobre el centro de la ciudad. En cuestión de segundos, un espeluznante, cegador, devastador y anaranjado hongo nuclear se pinta sobre la bóveda celeste. 80.000 de sus 340.000 almas mueren en el acto y otras 70.000 sufren graves heridas. Como consecuencia de la radiación recibida otras decenas de miles más sucumbirán en terrible y doloroso goteo agónico con el paso del tiempo. Fue un 6 de agosto de hace 76 años.
A pesar del terror, y aunque la ONU desde su primera resolución en 1946 no ha cejado de impulsar el desarme nuclear, actualmente existen almacenados en silos y arsenales más de 14.000 engendros muchísimo más potentes con un corazón latente de exterminio masivo.
A pesar del terror, y aunque la ONU desde su primera resolución en 1946 no ha cejado de impulsar el desarme nuclear, actualmente existen almacenados en silos y arsenales más de 14.000 engendros muchísimo más potentes con un corazón latente de exterminio masivo.
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