Los fascistas siempre buscan un cabeza de turco |
Con una arenga que se graba a sangre y fuego en el subconsciente, el fascismo siempre ha necesitado de un cabeza de turco al que culpar para alimentar el discurso del odio. Por eso, Isabel Díaz Ayuso sostiene que «la inmigración amenaza los servicios públicos».
La realidad es que ella, en Madrid y amparada en la capitalidad que le otorga un tremendo poder recaudatorio, rebaja impuestos –más de 1.200 millones al 0,2% más rico–, detrae recursos de sanidad y educación públicas –cada vez más hundidas en la miseria– para trasvasarlo al negocio privado y tratar que los usuarios, hartos de sufrir el deterioro de servicios, se apunten a pólizas médicas y lleven a sus hijos a colegios concertados echando la culpa al migrante. Es de miserables privatizar por la puerta de atrás agitando el fantasma –y sabemos que los fantasmas no existen– de la inmigración.
El fenómeno migratorio, además de necesario para mantener el sistema, debe dimensionarse en su auténtica magnitud –sin demagogias, bulos ni buenismo– y, desterrando discursos fascistas, tener humanidad. Detrás de las cifras hay seres humanos, ni más, ni menos. Y todos nosotros, en idénticas circunstancias, haríamos lo mismo para huir de la guerra, la miseria, el hambre o la emergencia climática generada por el primer mundo.