Fracaso tras fracaso y no se les cae la cara de vergüenza |
Mientras se baten récords de temperaturas –en los trópicos, en los polos, en las zonas “templadas”, en los mares–, la ONU decidió que la Cumbre del negocio climático, perdón, del Clima 2024 fuese organizada por Azerbaiyán, un país autoritario, exportador de oro negro, sin elecciones libres, con oposición perseguida, violencia de género como arma política, constantes abusos a los derechos civiles y a los derechos humanos y corrupción galopante.
En estos días, se han firmado convenios y tratados rebosantes de bellas palabras, pero tan irrisorios, vacíos y yermos de concreción, solo compromisos sin medidas reales, efectivas y punitivas no cambiarán nada y la contaminación mundial no solo continuará batiendo récords de calor, de emisiones asfixiantes y residuos tóxicos, como ha sucedido en 2024, sino que se acelerará. Y, teniendo en cuenta la escasa credibilidad de las cumbres anteriores, ¿qué efectividad tendrán los tenues acuerdos alcanzados en un país cimentado en petróleo y sin libertad para sus ciudadanos?
A causa de la inacción política y los negacionistas que embisten a la ciencia y su método científico de observación, experimentación y análisis verificables, la cruda realidad mostrará su rostro más implacable: sequías, lluvias torrenciales, desertización, hambrunas, migraciones, subida del mar, exterminio de especies, temperaturas extremas… Año tras año, como en una noria sin fin alimentada por los gases de efecto invernadero, soportamos el más cálido desde que existen registros.
Está claro que estas Cumbres necesitan una reforma radical y urgente.
Y en España, como en el mundo, los negacionistas en auge –el PP acusa a Teresa Ribera de «dogmatismo climático»–. Desolador ecocidio en marcha. Desgarrador futuro el de nuestros hijos, hijas, nietas y nietos.
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