Amnistía para superar el pasado, por interés general y en aras de la convivencia en Cataluña |
Me alegró escuchar en la radio a Nicolás Sartorius, referente de mi juventud. Quedé prendado de la lucidez que aún atesora –ya la quisiera yo–. Dice que la amnistía ha entrado en fase visceral y será difícil que los argumentos prevalezcan.
Con contundencia refutó, a los que sostienen que “si se concede la amnistía hay vía libre para repetir la DUI”, que la amnistía borra los efectos del delito, pero no deja sin efecto la ley; por eso en la Transición se amnistiaron delitos graves de torturas y terrorismo y a nadie se le ocurrió que se daba luz verde para torturar o cometer actos terroristas.
Que nadie se desacredita por no llevarla en su programa electoral, ¿o acaso cuando pactas con terceros no tienes que ceder a lo que no iba en tu programa, como Aznar y Rajoy en su día, o ahora Feijóo que, en su fallida “embestidura” y para atraer votos, propuso medidas que tampoco estaban en el suyo e, incluso, había votado no en el Congreso?
Que no se rompe ningún pacto de la Transición pues la amnistía fue vertebradora de ella y símbolo de reconciliación.
No es cierto que, como el indulto general está prohibido en la Constitución, lo esté la amnistía, porque ya el Constitucional sentenció en 1983: “Solo el legislador podrá integrar el derecho que permita la aplicación en cada caso de la amnistía”. O sea, que si en el Parlamento hay una mayoría que esté de acuerdo, podrá sacarse adelante.
En definitiva, es el tiempo de la amnistía para superar el pasado, por interés general y en aras de la convivencia en Cataluña.