Mantener a los presos alejados de su residencia atenta contra los derechos humanos |
Érase una vez un preso que cumplía condena cerca de su hogar. Sus familiares y amigos lo visitaban a diario, y tras esas visitas se cuestionaba el probable desatino de sus ideas puesto que sus allegados, manteniendo casi idénticos planteamientos, gozaban de plena libertad en tanto él permanecía detrás de los barrotes.
Érase otro preso que penaba su castigo lejos de casa. Por lo gravoso del viaje, sus familiares y amigos lo visitaban rara vez. En las escasas ocasiones que el reencuentro tenía lugar, al llegar la hora de la partida maldecían a las autoridades que los mantenía separados, fomentando el rencor por esta abusiva decisión.
Moraleja: una vez ETA disuelta y de años sin asesinatos, una de las medidas más integradoras que puede ofrecerse a la población reclusa es que la cárcel se encuentre próxima a sus seres queridos. Mantener a los presos alejados de sus familias, además de violar la Convención Europea de Derechos Humanos, es cruel, carece de sentido y alimenta la llama del odio.
Érase otro preso que penaba su castigo lejos de casa. Por lo gravoso del viaje, sus familiares y amigos lo visitaban rara vez. En las escasas ocasiones que el reencuentro tenía lugar, al llegar la hora de la partida maldecían a las autoridades que los mantenía separados, fomentando el rencor por esta abusiva decisión.
Moraleja: una vez ETA disuelta y de años sin asesinatos, una de las medidas más integradoras que puede ofrecerse a la población reclusa es que la cárcel se encuentre próxima a sus seres queridos. Mantener a los presos alejados de sus familias, además de violar la Convención Europea de Derechos Humanos, es cruel, carece de sentido y alimenta la llama del odio.