Pesca eléctrica

Se deben prohibir muchas prácticas salvajes

En demasiadas ocasiones el ser humano considera que el dinero lo justifica todo y, creyéndose rey del universo, muestra su absoluto desprecio por la naturaleza. Su codicia me aturde. Y por eso, al aprobar la Eurocámara la prohibición total de la “pesca eléctrica”, me quedé atónito al conocer la existencia de tal modalidad de captura masiva e indiscriminada de peces con redes llenas de electrodos, donde una descarga electrocuta a todo lo que cae en su radio de acción –alevines o cualquier especie distinta a la que se pretende pescar–, ocasionando un irreparable impacto en el frágil ecosistema marino. Una maquinación espeluznante.
Una vez que Europa ha proscrito este tipo de pesca, con la que hasta ahora algunos se han enriquecido a costa de convertir el mar en un erial, hay que lograr su prohibición en todo el planeta. Y, ya de paso, multar a los fabricantes alemanes de automóviles que en 2015 experimentaban abominablemente ahumando a monos y seres humanos. Turbado me dejan.

Entonces, ¿quién se meterá en “eso”?

Los poderes públicos deben lograr la igualdad real y efectiva

En España ya existe una Ley para la igualdad de mujeres y hombres cuyo objetivo es acabar con la discriminación de la mujer en cualquier ámbito, incluyendo “las esferas política, civil, laboral, económica, social y cultural”.
Tras conocerse un informe constatando que para un mismo trabajo la mujer cobra un 20% menos que el hombre, el presidente M. Rajoy, preguntado al respecto, respondió con un escueto “no nos metamos en eso”. Además, como el PP es un partido piramidal, donde nadie mueve un dedo sin haberlo leído en el argumentario, preguntadas las diputadas y ministras del PP por la brecha salarial y la postura de Rajoy, guardaron vergonzoso silencio durante más de 24 horas. Días después, Rajoy se retractó a su manera con un “seguiremos trabajando” en ello. Palabras vacías si hace lo que hasta ahora: nada.
Si la Constitución obliga a los poderes públicos a impulsar una igualdad real y efectiva, y el Gobierno insiste en escabullirse, ¿quién será capaz de combatir tamaña injusticia?

Corrupción: preguntas sin respuestas

Demasiados silencios, demasiadas preguntas sin respuesta

Tal vez, como dicen en el PP, Rajoy expulsara a Correa cuando se enteró de sus actividades delictivas; pero, ¿no debería, el entonces candidato a gobernar España, haberlo denunciado en el juzgado? Y, ¿no es chocante que eso ocurra en 2004 cuando el PP pierde el poder central –es decir, el manejo de presupuestos y contrataciones– y Correa se desplaza a la Comunidad Valenciana, feudo del PP con mayoría absoluta? ¿No será que no lo echaron sino que simplemente, al perder el gobierno, lo trasladaron a dónde había dinero? Además, ¿no sostuvo Rajoy que no creía conocerlo y, sin embargo, nos dijo que lo echó? ¿Por qué en 2009 –5 años después del dorado “exilio” valenciano de Correa– Rajoy compareció ante la prensa arropado por su comité ejecutivo asegurando que el caso Gürtel era una trama contra el PP y no del PP? ¿No era un saqueo de las arcas públicas? Si entonces, M. Rajoy, no se enteraba, ¿de qué no se estará enterando ahora?
Muchas preguntas sin respuesta; muchos silencios sin perdón.

¡Haced ruido, mucho ruido!

Cuanto peor mejor para todos y cuanto peor para todos mejor, mejor para mí el suyo beneficio político

Hace dos días Rajoy sostuvo que “En el momento en que haya un acto jurídico que podamos recurrir, lo haremos”. Entonces, ¿qué ha cambiado para recurrir, ahora, preventivamente la candidatura de Puigdemont?
La respuesta es sencilla: lo que aflora pestilentemente en el juicio de la trama Gürtel.
Parafraseando a Groucho Marx: “¡Es la guerra! ¡Haced ruido! ¡Más ruido!”

Gobernar para el 1%

La ONG Osfam Intermón lucha para combatir la pobreza y la injusticia en el mundo.

El último informe de Oxfam Intermón destapa el rotundo fracaso de la sociedad en lograr un mundo mejor. Desvela que en 2017, el 1% más rico de la población mundial acaparó el 82% de la riqueza.
En España, tercer país más desigual de la UE, donde el 10% más rico acumula más riqueza que el otro 90%, la brecha social continúa aumentando. La recuperación que ha beneficiado a las clases más acomodadas, junto a la precarización laboral de bajos salarios, unido a nuestro injusto sistema fiscal –que recauda poco a ricos y distribuye mal lo ingresado, con impuestos indirectos que se ceban en los más desfavorecidos–, han fomentado el desfase. Y, así, quienes más sufren la desigualdad son mujeres y jóvenes.
Si queremos construir una sociedad justa, se debe gobernar para la mayoría –no para ricos y poderosos–, confeccionar un sistema fiscal más progresivo y eficaz en la recaudación, proceder a su reparto proporcionado, legislar para lograr trabajos con salarios dignos e incrementar el gasto social.

La corrupción va emergiendo

La Justicia va cerrando el cerco

El ánimo de lucro y la ambición de poder no respetan nada. Pero al imponerse la realidad judicial, podemos entrever el minado de las instituciones públicas y el desolador y obsceno paisaje que deja la corrupción. Se saquea desde hospitales, a colegios; desde distribuidoras de aguas, a fondos para el empleo; desde la ayuda al desarrollo, a la privatización de solventes empresas –otrora orgullo nuestro– que, al haber sido desvalijadas, entraron en pérdidas... No queda organismo donde la rapiña organizada no haya introducido sus infectos tentáculos.
Hace falta que corruptores y corruptos purguen; y, aunque en demasiados casos el daño es irreversible, urge devolver lo expoliado y reponer los servicios públicos a su nivel original. Pero también hay que trabajar a conciencia para erradicar esta podredumbre, sin rodeos, o triunfarán la injusticia y la desprotección ciudadana que corroerán nuestros cimientos. Algo perverso y peligroso, sólo hay que observar a Italia y su mafia.
¡Ah!, y ya que estamos, ¿quién será el misterioso M. Rajoy de los papeles de Bárcenas?

2 euros al mes

Celia Villalobos nos toma el pelo

Dice Celia Villalobos –presidenta de la Comisión del Pacto de Toledo que analiza los problemas estructurales del sistema de seguridad social, entre ellos las pensiones–, que arreglar el peliagudo asunto de la jubilación es tan sencillo como que cada trabajador ahorre a lo largo de su vida laboral 2 euros al mes. Supongamos que alguien empieza a trabajar a los 16 años y se jubila a los 80 –como también quiere Celia–. Al final tendría en la hucha sólo 1.536 euros que, si tenemos en cuenta la dañina inflación, no le daría ni para pipas. Lo único que corregiría este problema sería la firme voluntad política de solucionarlo de una vez por todas con propuestas serias.
En cualquier caso, seguramente muchos españoles si tuvieran el trabajo de Celia, tampoco les importaría trabajar relajadamente, entre Candy Crush y Candy Crush, y sin saber matemáticas, hasta los 80… o, ya puestos, los 100 años con un buen sueldo.
Celia, en serio, ¿casi 30 años de política profesional para llegar a esto?