Banderas en Colón

La bandera es un acto de fe colectivo basado en la distinción: divide más que une

Hace más de 40 siglos, en una insignificante aldea perdida de Asia, el dirigente local para diferenciarse del resto, enarboló por primera vez un emblema. A los vecinos de aquel poblado les complació reconocerse en algo material que los vinculaba y distinguía del forastero. Ese símbolo identitario henchidor de etéreas quimeras, pronto pasó a ser textil. Así fue como un paño de fina seda bordado marcó tendencia y proliferó vertiginosamente. Desde entonces, por sus absurdos conflictos, las banderas al ondear al viento esparcen un tenue, aunque tenaz hedor a exclusión, sufrimiento, pólvora, metralla, sangre y muerte.
Pero lo más pernicioso son los volubles necios que las patrimonializan agitándolas en actos de división. Confieso que usarla para distanciar personas y territorios es un arte maquiavélico que escapa a mi entendimiento, pero que a derecha y nacionalistas –que suelen ser lo mismo– se les da de maravilla.
Aspiro a un futuro sin banderas con la infinita orilla cósmica como frontera.

Retroalimentarse

 

Independentistas y nacionalistas se necesitan para lograr sus pérfidos objetivos

El Tribunal Constitucional consta de 12 miembros: 10 los elige directamente el poder político y 2 indirectamente.
En 2005 el Parlament de Catalunya aprobó un nuevo estatuto que en mayo de 2006 fue sancionado por las Cortes Generales. Al mes siguiente fue refrendado por el pueblo catalán con el 73% a favor y, al siguiente, tras sanción real, el PP –siempre en contra, con recogida de firmas incluida– presentó un recurso de inconstitucionalidad que fue resuelto en 2010 con una sentencia que recortaba parte del reglamento. En el ínterin, el nuevo estatuto estuvo vigente 4 años sin que España se fragmentara.
Es decir, un tribunal politizado invalidó lo que Ejecutivo, Legislativo y el pueblo, aprobaron conforme a las leyes en vigor iniciando la gran deriva soberanista.
Si tras el estatuto solo el 14% era independentista y ahora es el 44%, ¿cuántos habrá tras la torpe nueva campaña del PP?
Casado, con su deslealtad sueña con lograr el poder. El independentismo, encantado con esta ayuda, con alcanzar un 60 % que lo haga irreversible. Unos y otros se necesitan para retroalimentarse y lograr sus objetivos.

Actuación mafiosa

 

De confirmarse la "Operación Kitchen", el PP habría actuado como la mafia

Cospedal, que sesgó la balanza en las primarias del PP del lado de Casado en 2009, año de las obras en B en la sede nacional en la calle Génova, recibió clandestinamente en su despacho al pocero mayor del Reino, el ex comisario Villarejo, para presuntamente encargarle «unos trabajillos» para que el Partido Popular saliera impune de la Gürtel. El encuentro, concertado por su marido como correa de transmisión, evidencia actividades delictivas dignas de mafiosos que la erigen en paradigma de la fontanería de cloacas. Algunos lo sabían, pero ninguno alertó a la justicia.
Ahora, y tras su imputación, según los estatutos de los populares, debería abrirse expediente disciplinario a Cospedal por actos «que pudieran ser éticamente reprobables». Y si, como se confirma, Casado decide no abrirlo, solo puede significar dos vilezas: su convicción de que no hay nada que reprobar o pavor a Cospedal.
Y como Casado debe su presidencia del PP a los votos de Cospedal, no puede dar la callada por respuesta.

Casado y los impuestos

 

Cuando el Estado no recauda, no hay mayor populismo que prometer bajada de impuestos

Cuando el consenso internacional apoya subir impuestos, Pablo Casado, con el fin de cosechar votos fáciles, aboga por un Gobierno de salvación para bajarlos. ¡Eso sí que es populismo del bueno! Y… ¿de qué nos quiere salvar con su Gobierno de salvación? ¿Del uso de fondos públicos para obstruir la justicia?
España, según Eurostat, tiene un grave problema de ingresos. Nuestro déficit público, el mayor de Europa, es estructural, y no porque tengamos un gasto elevado, sino por escasa recaudación: 6,2 puntos menos que la eurozona. Recortar impuestos supondría un mayor quebranto en los ingresos del Estado que implicaría un mayor deterioro en servicios como hospitales, colegios, pensiones, infraestructuras…
Lo que debería proponer el Partido Popular, en lugar de vanas medidas populistas, es una política recaudatoria justa para que pague más quien más tiene y, si sobra, se amortiza deuda, tal y como hacemos los mortales en nuestras economías domésticas… Claro que llamándose Popular…

Acoso y derribo a Sánchez

 

Para mejorar la convivencia, no se puede permanecer inactivo. Hay que hacer algo

El PP cuando es oposición, hace la política irrespirable; y una vez más, con una norma constitucional como es la concesión de indultos, comete la irresponsable indecencia de usar cuestiones de Estado para soliviantar a la sociedad. Recordemos que cuando Rajoy envió tres emisarios a la Cataluña de Mas, nadie se rasgó las vestiduras. Pero ahora –igual que ocurrió cuando Zapatero encarrilaba la paz con ETA que logró– la derecha y la caverna mediática, en lugar de sosegar, linchan a Sánchez. Recordemos que Aznar mandó mediadores a dialogar con ETA y la oposición lo respaldó con lealtad.
¿Explorar soluciones mediante el diálogo es traición? ¿Acaso resuelve la desavenencia salir a calentar la calle, o más bien alimenta el independentismo?
La altura de miras en la búsqueda de un futuro mejor para España, con tremendo desgaste en el presente, es digna de elogios; sin embargo, lo que hace la derecha, el cainismo crispado y divisor, es retorcidamente abyecto. ¿Qué proponen?
¡Pobre de ti, España!

De indultos

 

Hoy en día, el indulto es totalmente constitucional

Antecedentes: todos los Gobiernos de la democracia –los de Aznar y Rajoy incluidos– han concedido indultos, con y sin arrepentidos y para todos los gustos. Los condenados del procés llevan casi cuatro años presos.
Dicho esto, en Europa los delitos de sedición y traición tienen penas que van de uno a seis años de cárcel y siempre han de ir acompañados de violencia. Aquí en España, por nuestro pasado dictatorial, sus equivalentes se castigan con durísimas condenas tan cargadas de años que son más dignas de regímenes militares que de democracias plenas y no tienen que haber sido violentos.
Y sí: la disconformidad y la disidencia –que se remedian con diálogo– consagran la democracia. Lo que la desacredita es la mentira intencionada, la manipulación sectaria o la punición arbitraria.

Casado: campanas al vuelo

 

Lo de la derecha, cada vez que pierde las elecciones, es desolador

En octubre, en su furioso ataque a Vox durante la moción de censura, Casado al borde de la cólera proclamó un «hasta aquí hemos llegado». Los titulares de la prensa más devota fueron “Ha resucitado”, “Rompe con Vox” o “Reconquista el centro”.
Como nadie se da la vuelta como un calcetín, no me lo tragué. Al poco, lejos de moderarse, se quitó la careta y volvió a mostrar su rostro sesión tras sesión, pleno tras pleno. Así, junto a sus acólitos Egea y Gamarra, espoleados por el patrón Ayuso, en lugar de hacer política con preguntas concretas, dilapidan su tiempo con desaforada deslealtad, verborragia y populismo usando todo –pandemia y chantaje de Rabat incluidos– para derribar a un Gobierno legítimo fantaseando con restarle votos a Vox.
El PP camina apoyado en el bastón de la ultraderecha. Son padre e hijo. Se entienden y necesitan, y con ellos el sinsentido reconquista el día a día vertiendo ponzoña para hacer del Congreso un circo que no aporta nada a mejorar España. ¡Gánense el sueldo!